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genético. Tenían grandes tumores en sus cabezas y brazos. Se les veía lo bastante
monstruosos como para que los resistentes de las tierras bajas les hubieran disparado a
simple vista.
Los seguimos mientras tuvimos la cobertura del bosque, luego miramos, de lejos, cómo
subían por un sendero que era, casi todo él, burdos escalones tallados en la piedra, que
ascendían por la empinada cuesta hasta el poblado.
Cuando ya no los pudimos escuchar, Aaor me acercó a él y me señaló
silenciosamente:
¡No podemos ir a esperarlos a la caverna! ¡Tenemos que liberarlos!
Dales tiempo dije . Tratarán de hallar una pareja de humanos para ti.
¿Y cómo van a poder? ¡Estarán encerrados y vigilados!
La mayor parte de esos guardias eran jóvenes y fértiles. Y quizá a Jesusa le pongan
guardianas. ¿Y qué son los guardias, sino unos pueblerinos normales, haciendo un
cansado trabajo temporal?
Aaor trató de relajarse, pero su cuerpo seguía tenso contra el mío.
El verlos irse de ese modo fue como empezar a disolverme. Me pareció como si una
parte de mí se hubiera marchado con ellos.
No dije nada. Una parte de mí se había ido con ellos. Tanto ellos como yo sabíamos lo
que era estar separados por un tiempo..., peor aún, ser separados por una gente que
haría todo lo que le fuera posible por interponerse entre nosotros. No empezaría a
echarlos en falta, físicamente, hasta al cabo de unos días, pero con mi incertidumbre, al
darme cuenta de que quizá no fuera a recuperarlos, apenas si podía controlarme. De
modo que me senté en el suelo, con el cuerpo temblándome.
Aaor se sentó a mi lado y trató de calmarme, pero no podía infundirme una tranquilidad
que él estaba muy lejos de sentir. En ese momento los humanos nos habrían podido
atrapar con toda facilidad: dos ooloi sentados en el suelo, estremeciéndose impotentes.
Nos recuperamos con lentitud. Ya estábamos de nuevo al control de nuestros cuerpos,
cuando Aaor me dijo en silencio:
No podemos darles más de dos días para llevar a cabo su trabajo..., y puede que con
eso no tengan tiempo para nada.
Yo podía sobrevivir más de dos días, pero Aaor no.
Les daremos ese tiempo le dije . Nos acercaremos a ellos tanto como podamos,
y descansaremos alertas durante dos días.
Luego tendremos que ir a por ellos, si no pueden escapar por sí solos.
No me gustaría tener que hacer eso le dije . Cuando decía que nadie moriría por
Jesusa y por él, Tomás se refería tanto a nosotros como a ellos. Pero, si tratamos de
sacarlos por la fuerza, quizá nos veamos precisados a matar.
Es por eso por lo que es mejor que hagamos lo que tengamos de hacer mientras aún
estemos al control de nuestros cuerpos. Eso lo sabes tan bien como yo, Khodahs.
Lo sé susurré con voz audible.
7
Subimos por una ladera empinada, muy arbolada, a gatas, agarrándonos como
ciempiés. Nunca me había parecido tan práctico el tener seis miembros.
Subimos hasta el nivel de las terrazas, y pasamos el siguiente día tumbados,
escondidos cerca de ellas. Cuando llegó la noche exploramos las terrazas y,
compulsivamente, probamos trozos de los nuevos alimentos que hallamos creciendo allí.
Por aquel entonces, nuestra piel se había hecho más oscura y resultaba más difícil de ver
para los humanos..., mientras que, en cambio, nosotros lo podíamos ver todo.
Subimos más arriba, por una de las montañas que formaba uno de los ángulos de la
población. Justo a mitad de la escalada nos topamos con el asentamiento humano, con
sus casas de piedra, madera y paja. Aquél era un lugar de anteguerra. Tenía que serlo:
partes del mismo se veían antiguas. Pero no tenía aspecto de ruina: todos los edificios
estaban bien conservados y por todas partes había terrazas, y en la mayoría de ellas algo
cultivado. Aparte del pueblo, había un cercado que contenía varios animales grandes de
una especie que jamás había visto: seres peludos, de cuello largo y cabeza pequeña, de
pie o recostados por todo el corral. ¿Alpacas?
Podíamos oler otros animales más pequeños, enjaulados por todo el pueblo, y también
a humanos jóvenes y fértiles por todas partes. Incluso podíamos olerlos por encima de
nosotros, en lo alto de la montaña. ¿Y qué podían estar haciendo allí?
¿Cuántos de ellos habría arriba? Tres, me decía mi nariz: una hembra y dos machos,
todos jóvenes, todos fértiles, dos de ellos afectados por el mal genético. ¿Por qué no
podían ser esos dos para Aaor? Pero, si subíamos a por ellos, ¿qué haríamos con el
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